En nuestra Escuela, la enseñanza del Karate Tradicional está dividida en cuatro niveles: alevines, infantiles, juveniles, adultos.

El primer nivel oscila entre los 4 y los 8 años de edad. Una síntesis de nuestra práctica en estas edades podríamos resumirla en dos ideas: Psicomotricidad y Educación en Valores Humanos.

El segundo nivel, que se encuentra entre los 9 y los 12 años de edad, encierra un trabajo dirigido a la apertura, conocimiento y expansión del estudio del Arte Marcial, interpretando para ello un trabajo multidisciplinar que no especializa al alumno y dá opciones de estudio y motivación a los niños y niñas de nuestra Escuela. En este grupo, los niños y niñas de Kenshinkan dojo comienzan a estudiar la Historia y Evoluciòn del Karate-do, dedicando a ello un tiempo dentro del horario de clase.

En el tercer nivel, dedicado a los jóvenes entre 13 y 17 años, la enseñanza del Arte Marcial se realiza con un auténtico “Espíritu de Grupo”. Se enfatizará en los valores intrínsecos de la propia práctica, valores que serán de suma importancia en otros órdenes de la vida de nuestros alumnos/as, como, por ejemplo, los estudios académicos. Entre estos valores a los que hacemos referencia podemos citar: la Atención y la Escucha Inteligente, la Concentración razonada, la necesidad de Compartir, la Ayuda a los demás, la Voluntad y el Esfuerzo, etc. En este grupo, la práctica del Karate-do se acompaña del estudio del Kobudo.

En el cuarto grupo tienen cabida todos aquellos alumnos/as mayores de 18 años. La práctica del Karate incide en la salud del estudiante. El estudio del Budo se expande técnicamente, utilizando para ello las numerosas posibilidades que éste encierra. En nuestra Escuela utilizamos diferentes líneas de trabajo técnico: Shotokan Kyokai, Asai-ha, Okinawa Goju Ryu, Okinawa Kobujutsu, etc. A la vez, el trabajo técnico se complementa con una constante corriente de investigación histórica y técnica entre los alumnos y el propio dojo al que pertenecen y en el que estudian. El planteamiento final persigue la incorporación del propio Budo como un hábito vital más, una práctica en la que pueden encontrarse motivaciones de estudio y superación personal.